Categoría: historia


El renacimiento del tarot

El renacimiento del tarot como herramienta espiritual tuvo que esperar a una época de mayor libertad, el siglo de las Luces y la Revolución Francesa. En 1781, un ilustrado francés, Antoine Court de Gébelin publicó una obra que reunía el resultado de dos décadas de investigaciones, Le monde primitif. Gébelin, teólogo y francmasón, es considerado por esta obra como uno de los padres del ocultismo europeo. En ella rescató el tarot del aparente olvido en el que estaba sumido. Unió cartomancia y alquimia y declaró que el origen de la baraja se encontraba en el Egipto antiguo. Según su teoría, el tarot es un antiguo libro egipcio, obra del dios Thot, que escapó de la decadencia de la cultura del Nilo y se difundió por diversos países. El propio Gébelin relata así su primer encuentro con los naipes en 1775:

Les eché un vistazo y tan pronto como lo hice, reconocí la alegoría .. Cada persona me mostró otra carta y en u n cuarto de hora el mazo había sido examinado, explicado y proclamado egipcio.
El mazo de cartas que Gébelin examinó era del tipo de los naipes Marsella. Aunque él ignoraba que dichas cartas no representan las imágenes «originales» del tarot, construyó toda su teoría sobre ellas. Algunos de los símbolos que Gébelin considera egipcios (el ibis en el arcano de la Estrella, los cuernos de Isis en La Sacerdotisa la Triple Cruz del Sumo Sacerdote, etc.), no se encuentran en los mazos más antiguos. El Tarot de Marsella presenta grandes variaciones con respecto a barajas anteriores, siendo un enigma el origen real de estas variantes, aunque como ya se ha señalado, es probable que estas variantes se deban a la influencia de algunos miembros de sectas religiosas o sociedades secretas
Hay que considerar también que la hipótesis de Gébelin surge en una Francia donde todo lo egipcio estaba de moda. El país del Nilo y su cultura suscitaban entonces una fascinación especial, siendo común el que muchos intelectuales vieran en Egipto la cuna de todos los saberes. La hipótesis de Gébelin encontró pues un terreno abonado, y tuvo por ello un profundo impacto en la sociedad. Dicho impacto continúa vigente en nuestros días, gozando aún esta teoría de gran predicamento en determinados círculos esotéricos.
Uno de los seguidores de Gébelin, un peluquero metido a carto- mante que respondía al seudónimo de Etteila, confeccionó un tarot Egipcio y escribió una docena de libros sobre la baraja. Entre ellos destaca Le livre de Thot (1783) en el que, yendo más allá del origen egipcio de la baraja, la conecta también con la Cabala hebrea. Etteila fue el primer «adivino» en el sentido moderno del término. En su lujoso apartamento de París recibió a muchos personajes famosos en los turbulentos tiempos de la Revolución Francesa.
L a hipótesis egipcia sufrió un duro revés con el descubrimiento y raducción de la piedra de Rosetta, que permitió comprender, por primera, la lengua jeroglífica egipcia. Del estudio de los textos e gipcios no ha surgido ninguna conexión significativa con el tarot.
Pero esta dificultad de demostración en ningún caso ha desanima do a los defensores de la teoría egipcia
Uno de los defensores de la teoría fue J. A. Vaillant. En 1857, Vaillant, gran estudioso de la etnia gitana, publicó un libro en el que relacionaba a este grupo humano con el tarot. Según la creencia popular, el origen de los gitanos, pueblo conocido por su interés en las artes adivinatorias, se hallaba en Egipto. De este modo, el trashumante pueblo romaní parecía un candidato propicio para ejercer de «eslabón perdido» entre el supuesto origen egipcio y la expansión medieval del tarot.
La «hipótesis gitana» fue pronto objeto de fundadas críticas. Aunque ciertamente existe la posibilidad histórica de que los gitanos fueran el agente encargado de la expansión del tarot, ni su origen (proceden de la India, no de Egipto) ni sus «especialidades adivinatorias» prueban su conexión con el tarot. Los gitanos emplean tradicionalmente la quiromancia (lectura de las líneas de la mano) como método adivinatorio y, al usar la baraja, usan las cartas normales de juego antes que el tarot.
Otro de los estudiosos franceses del siglo XIX fue Eliphas Lévi (cuyo nombre real era Alphonse Louis Constant). Lévi, un antiguo sacerdote, dedicó su vida al estudio y divulgación de las ciencias ocultas y el misticismo. En el terreno del tarot, Lévi desarrolló una extensa correlación entre la baraja y el sistema místico hebreo, la Cabala. Según él, el tarot fue el libro de sabiduría del pueblo judío, creando así un nuevo mito sobre el origen de la baraja. Pero no sólo creó este nuevo mito, sino que vio en el tarot una llave a la sabiduría ancestral, una máquina filosófica que reúne todo el conocimiento posible:
Una persona en prisión, sin otro libro que el tarot, si supiera usarlo, podría en pocos años adquirir conoci miento universal y sería capaz de hablar de todos los temas con inigualable sabiduría y elocuencia.
Para entender el optimismo de Lévi, hay que comprender que la Cábala es un sistema filosófico según el cual cada letra del alfabeto hebreo es una expresión de las fuerzas y hechos fundamentales de la creación. Conocer los secretos de la Cabala equivale a conocer el mundo de una forma que supera a lo meramente intelectual, significa colocarse en un lugar semejante al ocupado por Dios.
Uno de los discípulos aventajados de Lévi fue Gérard Encause, un médico francés nacido en España, que es conocido por su sobrenombre, Papus. Su libro fundamental sobre el tarot es El tarot de los Bohemios (1889), en el cual hace hincapié en la hipótesis gitana (Papus llama «bohemios» al pueblo romaní). Tras decretar, ingenuamente, la muerte del materialismo, Papus declara que la sabiduría ancestral fue entregada a los gitanos en forma de baraja. El bohemio es, según Papus, un hombre «ignorante y vicioso» al que su baraja le permite vivir (echando la buenaventura) y distraerse con el juego. Aunque no introduce nuevas ideas, Papus, elabora y refina los conceptos que ya existían en la tradición, estableciendo un nexo entre la Cabala y los fundamentos de la magia ceremonial, como veremos a continuación.

Primeras noticias

El origen histórico del tarot es un misterio y probablemente lo será siempre, pues todas las referencias documentales se agotan entre lossiglos XIV y XV y más allá de estas fechas sólo contamos con sombras y especulaciones. Seguramente, el misterio que rodea los orígenes del tarot ha dado origen a dos historias (no necesariamente opuestas) de la baraja. Una de esas historias es la que podríamos llamar «documental» y otra, que corre paralela a ésta y que podemos denominar «mítica». A continuación resumiremos la historia documental del tarot haciendo referencia a los mitos que alrededor de la enigmática baraja han ido surgiendo a lo largo del tiempo.
Sabemos que los juegos de naipes son un invento oriental. Debemos al pueblo Chino la invención del papel y la xilografía (método de grabación e impresión a partir de planchas de madera). De China y la India nos han venido juegos muy conocidos como el ajedrez, los dados o el dominó, juegos que tuvieron desde su origen un significado adivinatorio aparte de lúdico. La llegada de las primeras barajas a Europa se debe, con toda probabilidad a los pueblos árabes, auténticos intermediarios entre Oriente y Occidente
.
Las primeras referencias documentadas sobre el tarot en Europa se remontan a 1367. En este año, una ordenanza atribuida a Konrad Justinger, de la ciudad de Berna en Suiza, prohibe los juegos de cartas. En los años siguientes, comienzan a surgir documentos relacionados con la baraja en diversas ciudades de Suiza y el Norte de Italia. En ellos descubrimos que los juegos de cartas son un pasatiempo nuevo, desconocido hasta entonces.
En 1392 el tesorero del rey Carlos VI de Francia anota el pago de 56 Soles de París a:
Jacquemin Grigonneur, pintor, por tres paquetes de cartas, doradas y coloreadas, y con ornamentos varios, para la distracción del rey.
Durante mucho tiempo se creyó que diecisiete antiguas cartas depositadas en la Biblioteca Nacional de París corresponden al Tarot Grigonneur, pero investigaciones recientes han descartado esa teoría.
Los naipes del arcano mayor más antiguos que conservamos pertenecen al llamado Tarot Visconti del que existen once juegos de cartas. La mayor parte de estos naipes parecen ser obra del artista Bonifacio Bembo y se hallan dispersos entre varios museos, colecciones e instituciones. Este tarot se data entre 1428 y 1450 y muestra bellas imágenes pintadas a mano sobre fondos dorados. En cualquier caso es significativa la ausencia de dos cartas «conflictivas»: El Diablo y La Torre.
Gracias a un sermón predicado en Umbría entre 1450 y 1470 sabemos que «hay tres clases de juegos de fortuna, llamados
dados, cartas y triunfos (trionfi)». De estos últimos se nos dice que «hay 21 triunfos, que son los 21 escalones de una escalera que
conduce al hombre a las profundidades del infierno». De estas palabras inferimos que en esta época se consideraba a las cartas
del tarot (trionfi) un elemento separado de las cartas normales de juego. Además, conocemos la calificación moral que comportaba el uso de los trionfi: «no hay nada tan odioso a Dios como el juego de los triunfos».
En los primeros años del tarot, existió una gran diversidad de barajas en toda Europa. Algunas contaban con 98 naipes, otras pasaban de los 100, y algunas tenían más de 140. Los tarots podían incluir símbolos tan heterogéneos como los signos del Zodíaco o las virtudes teologales. Su uso principal era el juego, aunque también se empleaban para la instrucción de los jóvenes, en su mayoría analfabetos. En cualquier caso, los arcanos mayores han cambiado poco desde sus orígenes. Una baraja italiana de finales del siglo XV contenía los siguientes naipes
A medida que los naipes se popularizaron, la persecución religiosa contra su uso fue creciendo. Los naipes fueron censurados en Castilla, Florencia, Alemania, París y el Norte de Italia. En 1452 Juan Capistrano ordenó que se quemara una gran pila de cartas en el mercado de Nuremburg como si se tratara de brujas reales. Pero
a pesar de esta persecución, el pueblo llano siguió usando las cartas tanto en el juego como con fines adivinatorios, aunque siempre bajo la atenta mirada de la iglesia católica.
Hacia finales del siglo XVI y comienzos del XVII los fabricantes de cartas de la ciudad de Marsella crearon un mazo de cartas que, con el transcurso del tiempo, se ha convertido en un estándar. El Tarot de Marsella sigue siendo uno de los más utilizados aún hoy en día. Una de las particularidades de este tarot es la gran cantidad de elementos esotéricos que contiene. Probablemente, los artistas que lo crearon tendrían, como sucede actualmente, una inquietud de tipo espiritual o trascendente. Incluso es probable que mantuvieran lazos con hermandades iniciáticas como sucedía en otros gremios. Así, de copia en copia y de ciudad en ciudad, el
tarot pudo evolucionar hasta su forma moderna.