Primeras noticias

El origen histórico del tarot es un misterio y probablemente lo será siempre, pues todas las referencias documentales se agotan entre lossiglos XIV y XV y más allá de estas fechas sólo contamos con sombras y especulaciones. Seguramente, el misterio que rodea los orígenes del tarot ha dado origen a dos historias (no necesariamente opuestas) de la baraja. Una de esas historias es la que podríamos llamar «documental» y otra, que corre paralela a ésta y que podemos denominar «mítica». A continuación resumiremos la historia documental del tarot haciendo referencia a los mitos que alrededor de la enigmática baraja han ido surgiendo a lo largo del tiempo.
Sabemos que los juegos de naipes son un invento oriental. Debemos al pueblo Chino la invención del papel y la xilografía (método de grabación e impresión a partir de planchas de madera). De China y la India nos han venido juegos muy conocidos como el ajedrez, los dados o el dominó, juegos que tuvieron desde su origen un significado adivinatorio aparte de lúdico. La llegada de las primeras barajas a Europa se debe, con toda probabilidad a los pueblos árabes, auténticos intermediarios entre Oriente y Occidente
.
Las primeras referencias documentadas sobre el tarot en Europa se remontan a 1367. En este año, una ordenanza atribuida a Konrad Justinger, de la ciudad de Berna en Suiza, prohibe los juegos de cartas. En los años siguientes, comienzan a surgir documentos relacionados con la baraja en diversas ciudades de Suiza y el Norte de Italia. En ellos descubrimos que los juegos de cartas son un pasatiempo nuevo, desconocido hasta entonces.
En 1392 el tesorero del rey Carlos VI de Francia anota el pago de 56 Soles de París a:
Jacquemin Grigonneur, pintor, por tres paquetes de cartas, doradas y coloreadas, y con ornamentos varios, para la distracción del rey.
Durante mucho tiempo se creyó que diecisiete antiguas cartas depositadas en la Biblioteca Nacional de París corresponden al Tarot Grigonneur, pero investigaciones recientes han descartado esa teoría.
Los naipes del arcano mayor más antiguos que conservamos pertenecen al llamado Tarot Visconti del que existen once juegos de cartas. La mayor parte de estos naipes parecen ser obra del artista Bonifacio Bembo y se hallan dispersos entre varios museos, colecciones e instituciones. Este tarot se data entre 1428 y 1450 y muestra bellas imágenes pintadas a mano sobre fondos dorados. En cualquier caso es significativa la ausencia de dos cartas «conflictivas»: El Diablo y La Torre.
Gracias a un sermón predicado en Umbría entre 1450 y 1470 sabemos que «hay tres clases de juegos de fortuna, llamados
dados, cartas y triunfos (trionfi)». De estos últimos se nos dice que «hay 21 triunfos, que son los 21 escalones de una escalera que
conduce al hombre a las profundidades del infierno». De estas palabras inferimos que en esta época se consideraba a las cartas
del tarot (trionfi) un elemento separado de las cartas normales de juego. Además, conocemos la calificación moral que comportaba el uso de los trionfi: «no hay nada tan odioso a Dios como el juego de los triunfos».
En los primeros años del tarot, existió una gran diversidad de barajas en toda Europa. Algunas contaban con 98 naipes, otras pasaban de los 100, y algunas tenían más de 140. Los tarots podían incluir símbolos tan heterogéneos como los signos del Zodíaco o las virtudes teologales. Su uso principal era el juego, aunque también se empleaban para la instrucción de los jóvenes, en su mayoría analfabetos. En cualquier caso, los arcanos mayores han cambiado poco desde sus orígenes. Una baraja italiana de finales del siglo XV contenía los siguientes naipes
A medida que los naipes se popularizaron, la persecución religiosa contra su uso fue creciendo. Los naipes fueron censurados en Castilla, Florencia, Alemania, París y el Norte de Italia. En 1452 Juan Capistrano ordenó que se quemara una gran pila de cartas en el mercado de Nuremburg como si se tratara de brujas reales. Pero
a pesar de esta persecución, el pueblo llano siguió usando las cartas tanto en el juego como con fines adivinatorios, aunque siempre bajo la atenta mirada de la iglesia católica.
Hacia finales del siglo XVI y comienzos del XVII los fabricantes de cartas de la ciudad de Marsella crearon un mazo de cartas que, con el transcurso del tiempo, se ha convertido en un estándar. El Tarot de Marsella sigue siendo uno de los más utilizados aún hoy en día. Una de las particularidades de este tarot es la gran cantidad de elementos esotéricos que contiene. Probablemente, los artistas que lo crearon tendrían, como sucede actualmente, una inquietud de tipo espiritual o trascendente. Incluso es probable que mantuvieran lazos con hermandades iniciáticas como sucedía en otros gremios. Así, de copia en copia y de ciudad en ciudad, el
tarot pudo evolucionar hasta su forma moderna.